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Exceso de protección, ¿Para qué?

Blog, Dolor crónico 05 de Septiembre de 2018

Hace unos días, al llegar al gimnasio, vi a este chico pedaleando como si no hubiera un mañana en la bici. Me llamó mucho la atención la escayola, que podéis observar que tiene en su brazo izquierdo. Por defecto de profesión, me acerqué a él para preguntarle qué le había sucedido. Me comentó que hacía tres días que se había fracturado el escafoides (un hueso del carpo, es decir, de la mano).

Le pedí que me dejara hacerle una foto para mostraros una cosa que me llamó la atención y que espero que os haga reflexionar.

Cuando tenemos un traumatismo y algún tejido se lesiona, ya sea la piel porque se rasga, el músculo porque hay una rotura fibrilar, el ligamento con un esguince o, como en este caso, el hueso con una fractura, el organismo va a proteger esa zona para que no se produzca movimiento en la primera etapa, ya que tiene que comenzar la fase de reparación del tejido que se ha dañado y el movimiento podría interferir en ello.

Hay veces que, según la magnitud de la lesión, también se inmoviliza con diferentes materiales, en este caso escayola, para mantener la zona inmovilizada.

Lo que me llamó la atención de este chico fue que el resto de su brazo (articulaciones que no estaban selladas por el yeso) lo estaba utilizando. Además estaba cargando el peso de su cuerpo sobre el antebrazo, ya que se apoyaba sobre él. Y bueno, qué decir de tomar la decisión de continuar con sus actividades normales aun a pesar de la inmovilización.

Esta situación nos puede parecer lógica cuando la observamos desde fuera y sin ningún tipo de lesión corporal, pero no es tan habitual.

Por regla general, cuando vemos en consulta pacientes adultos con una lesión similar y que les han colocado la inmovilización correspondiente, solemos observar una patrón automático e involuntario de inmovilización que incluye más áreas corporales de las que están afectadas.

En el caso de que la lesión sea en algún área del brazo, se suele adoptar una posición en cabestrillo (pegadito al cuerpo) con el hombro de ese lado casi tocando la oreja…Normalmente, se ejecuta esta postura defensiva por miedo a que duela cuando movamos el brazo, para que los huesos rotos no se muevan, o por miedo a que no suelde bien….una serie de pensamientos catastrofistas que no se ajustan a la realidad en la mayoría de los casos.

Lógicamente, después de haber adoptado de forma involuntaria y mantenida esta sobreprotección, acabamos haciendo contracciones musculares sostenidas que acaban resultando molestas, pero eso no significa que el área de afectación se haya extendido.  Imaginad cuando bajan las temperaturas y todos vamos con los hombros pegados a las orejas, y llega un momento en que el mantenimiento innecesario de esa contracción resulta molesto, pero esa percepción cesa cuando somos conscientes de que lo hacemos, dejamos que los hombros vuelvan  su posición y los movemos un poquito.

En el caso de que estéis en esta situación, deciros que la inmovilización ya la está realizando el yeso que os hayan colocado. El resto del cuerpo hay que utilizarlo con normalidad y naturalidad, que para eso existen las escayolas, para cuando no se “fían” de que sin ellas esté quieta la parte a cuidar.

No hay que tener miedo a mover, no es contraproducentemente, al revés.

El movimiento ayudará a que la recuperación de la zona sea mejor tras la inmovilización.


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