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Testimonio: Ahora soy yo el que va de los primeros del pelotón

Blog, Testimonios 02 de Julio de 2018

Mi historia  comienza con un dolor en la cadera y pierna derecha que me lleva a visitar a mi médico de cabecera, el cual, después de explorarme, me comenta que es desgaste de la articulación de la cadera pero que, por si acaso, me iba a derivar al traumatólogo.

El  traumatólogo me hizo un volante para hacerme una radiografía, le comenté lo que había dicho mi médico de cabecera y me dijo que era imposible que tuviera desgaste de cadera, ya que era  muy joven. Después de ver las radiografías y decirme que no tenía nada me recetó ibuprofeno y expuso que en el caso de que no se me pasara volviera a su consulta.

Estuve mucho tiempo con dolores y tomando ibuprofeno. La información que me habían dado era que no tenía nada…pero a mí me dolía.  Me encontraba muy limitado y estaba muy acostumbrado a tomarme el ibuprofeno después de hacer deporte, porque sabía que después me iba doler.

No os lo he comentado, pero soy un apasionado de la bici de monte. Soy una persona físicamente preparada para desarrollar este deporte a un nivel de exigencia elevado, pero el dolor me limitaba bastante.  Tanto que una vez, casi le fastidio las vacaciones a un amigo…

Habíamos decidido hacer 4 días en bici por los Pirineos. La distancia no era mucha, 290 km en total, pero con un desnivel positivo cada día de unos 6700 metros. Recuerdo muy bien ese viaje. El primer día lo hice sin problemas, pero cuando llegué al hotel el dolor comenzó con tal fuerza que me dejó cojo. Yo, que ya iba preparado, ejecuté mi ritual habitual: ibuprofeno y una crema de calor con eucalipto…tenía tanta presión por no fastidiarle al colega las vacaciones que la sauna que monté en la habitación aquella noche con la dichosa crema fue tal, que nos lloraban los ojos del picor del eucalipto. A la mañana siguiente el dolor seguía pero decidí no dejar tirado a mi amigo, así que decidí continuar.

Lo curioso de todo, y que a mi me resultaba bastante raro, y que comentaba con todos los profesionales sanitarios a los que he visto, es que pedaleando, jamás me dolía. Lo mío comenzaba cuando después de una paliza en bici llegaba a casa. Luego más tarde entendí que era una penalización post-ejercicio de mi cerebro.

Cada vez que salía en bici tenía un ritual al llegar a casa: ibuprofeno, ducha y comer algo. Aunque eso no me aliviaba prácticamente nada.

Siempre que salía con el grupo, por miedo a no ser capaz de acabar la vuelta, no porque físicamente no estuviera preparado, sino por desconfianza y miedo al dolor y a forzar, me quedaba atrás del pelotón.

Una vez hecha esta aclaración continúo….

Estuve más de un año con dolores, hasta que decidí volver a mi médico de cabecera, para decirle que la cosa no había mejorado…volvió a explorarme y me dijo: ¡uff! ahí tienes algo. Así que me volvió a derivar al trauma y allí me infiltraron. Diez días después del banderillazo que me llevé, la cosa continuaba igual y me pareció que era un  engañabobos.

Después de un tiempo con la misma sintomatología, con días de cojera, con mucho dolor a ratos, decidí volver a visitar a mi querido médico. Esta vez me mandó una resonancia de cadera. Y pensé, ¡genial, por fin verán qué narices me pasa!. El resultado fue negativo, no tenía nada. Por una parte eso me tranquilizó porque parece que la cosa no era grave, pero ¡joderrr! a mi me seguía doliendo.

Fruto de la desesperación, me cambié de trauma para tener una segunda opinión. Este me hizo otra resonancia pero de la espalda (zona lumbar). ¿Sabéis lo que encontraron?, pues nada otra vez…pero salí con un volante para el neurólogo. En ese momento me enfadé muchísimo, qué pasa, ¿que ahora tengo el “pinzamiento” en la cabeza?.

Llegué al neurólogo, el cual me hizo hacer unos ejercicios para valorarme. Me recetó unas pastillas (barbitúricos) concluyendo que igual algún nervio estaba pinzado, y que volviera en tres meses.

Al regresar a la consulta, le comenté que las pastillas me dejan “colocado” y que continuaba igual, pero él insistió en aumentarme la dosis.

En poco tiempo decidí dejar de tomarlas porque aparte de no notar mejoría sólo sentía malestar.

Entre tanto, todo los años que he estado con dolor y visitando a los médicos, que han sido alrededor de 5, he cogido cita con todos los fisioterapeutas, osteópatas, acupuntores, ect.. que me han recomendado amigos y familia, con algún resultado al principio, para volver a padecer el mismo dolor y sentirme, a veces, un poco engañado.

Un día en el gimnasio, haciendo sentadillas, oí un crack en la rodilla. Pero como soy un burro, decidí continuar. Cuando finalicé, se me puso un dolor horrible en la zona y me asusté bastante por si no podría andar en bici…

Mi mujer me comentó que  buscando en internet alguna solución para sus jaquecas, había encontrado una página web de una consulta de fisioterapia que hablaba de tratar el dolor crónico (mi cadera). Me interesó, y cogí cita para el tema de mi rodilla y, ya de paso, a ver si podían hacer algo con mi cadera.

La primera consulta fue un poco surrealista. Le conté lo que me había sucedido en el gimnasio, me exploró, me comentó que no se apreciaba nada fuera de lo normal y… ¡no me trató en la camilla!, al revés, todo lo contrario, me retó a hacer movimientos. Estuvimos saltando, haciendo sentadillas, y moviéndonos de formas muy peculiares. Todo ello explicándome muchas cosas sobre el cerebro, lesión y dolor… finalizó diciéndome, ¿Tú crees que si tuvieras alguna lesión podrías hacer todos los ejercicios que has hecho? Me demostró que mi rodilla estaba bien y me explicó cuándo los crac de una rodilla podrían suponer una lesión, pero que en la mayoría de los casos los podemos considerar ruidos articulares normales.

Ella, con sus preguntas, que me hizo un porrón durante toda la sesión, me sacó mi dolor crónico de cadera, que en realidad era lo que realmente me preocupaba. Me planteó hacer tratamiento en pedagogía en neurobiología del dolor.

Cuando me habló de ello, al principio me sonó a chino…pero lo pensé y acepté puesto que era algo diferente que no había probado hasta el momento y ¡bendita decisión!.

La primera sesión me costó asimilarla  bastante, porque todo era nuevo para mí. Darme cuenta e interiorizar que el problema estaba en  mi cerebro, que activaba una falsa alarma de protección porque pensaba que había una lesión y la respuesta que emitía y yo sentía era dolor…sonaba un poco raro… Entonces ocurrió el milagro. Me empezó a explicar el dolor real de las personas que tienen los miembros amputados. Le dejé que se explicara, a ver qué me contaba. Yo al principio callado, con las manos debajo de la mesa, y cuando me explicó lo que les sucede, saqué mi mano, ya que yo también tengo varios dedos amputados porque una máquina me los aplastó en el trabajo. Cada vez que abría la boca para explicarme conceptos y los acompañaba de ejemplos, me estaba relatando cosas que yo había experimentado. Entendí el mecanismo del miembro fantasma, que no dolor fantasma. Entendí que dolor no es igual a lesión, y relativamente me fue fácil porque lo había experimentado en mis propias carnes. Os explico…

Un día en el trabajo, como os he dicho, una máquina me aplastó la mano. Rápidamente me cubrí la mano y un compañero y yo nos montamos en el coche para llegar al hospital. En el momento en que sucedió y todo el trayecto en el coche, no sentí nada de dolor, sólo algo de calor en la mano. De hecho, íbamos en el coche casi riéndonos de la situación. Cuando llegué al hospital, después de unos 15 km en coche aproximadamente, entré por urgencias. El chico de la ventanilla me preguntó qué me pasaba. Yo directamente me quité el paño que cubría mi mano y se lo enseñé. En ese momento me asusté por la cara que puso. Empezó a gritar, ¡traed una silla!. En ese momento empecé a sentir un dolor tremendo y sólo pensé, ¿una silla?, aquí mismo…ví una camilla y perdí el conocimiento de lo fuerte que era el dolor. 

Todas las piezas de cosas vividas empezaban a encajar.

Después de esa sesión decidí empezar a utilizar mi pierna, ya que intentaba no cargarla y protegerla. Todos me habían confirmado que la cadera estaba bien, el problema no era ella, si no la evaluación errónea de mi cerebro con la misma.

¡Qué alivio fue sentir que tenía dos piernas! y como dice María, la fisio que me trató, le dejé entrar hasta la cocina y no puse resistencia, ya que ahora todo me empezaba a cuadrar. Quizás sea por eso que la recuperación fue espectacular… para la segunda sesión el dolor dejó de aparecer continuamente, aunque decidí continuar aprendiendo…

Durante las  siguientes sesiones, a través de explicaciones, lecturas, videos etc, fui aprendiendo  a controlar las falsas alertas que me enviaba el cerebro. Estuve unas semanas hablando con él cada vez que volvía aparecer esporádicamente dolor en la pierna y sabía que no sucedía nada.

Según iban pasando las sesiones me encontraba mejor, hasta el punto de que ya no tomaba los ibuprofenos y salía a hacer ejercicio sin miedo a que apareciesen mis dolores . Eso me hizo progresar en el deporte.

Acabé el tratamiento sin ningún atisbo de dolor y preparado para controlar a mi cerebro si tenía alguna recaída.

Mi objetivo desde el inicio del tratamiento fue salir del pozo y entender, y fui muy cabezón. Que después de “No tienes nada” vaya seguida una explicación del por qué te duele, me ayudó a entender qué sucedía exactamente y me liberó de mis miedos, calvario y sobre todo de mis rituales.

En la actualidad las falsas alarmas no aparecen, y me encuentro como un “toro”, tanto, que ahora toreo yo al grupo y no ellos a mi. Salgo 4 horas y media en MBT y  también le pego a la bici de carretera durante tres horas, día sí y día también. Mis compañeros de fatiga no se explican el cambio tan grande que se ha producido en mí, e intento explicarles…pero me miran como a un extraterrestre…jajaja. Esto me genera frustración, porque considero que este conocimiento lo debería saber todo el mundo.

Para finalizar quiero poner de manifiesto dos cosas que le verbalicé en la consulta a Maria. La primera fue mi indignación por la falta de conocimiento del personal sanitario en la gestión del dolor y el desconocimiento de esta herramienta, cosa que me enfada, ya que no me dieron solución ni alternativa.

La segunda, y en plan anecdótico, que me hizo sentir orgulloso, fue que al finalizar el tratamiento, yendo en el coche con la radio puesta, comentaban que unos investigadores de Harvard habían descubierto que el cerebro se podría equivocar en la respuesta de dolor…solo pensé…¡¡si yo eso ya lo sabía!! jajaja.


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